HOMILÍA
III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS
Ciclo A
Is 8, 23 – 9, 3; 1 Cor 1, 10-13.17; Mt 4, 12-23.
«Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos» (Mt 4, 17).
In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ k’iinbejsik u óoxp’éel domingo u T’aanil Yuumtsil. Ti’ le Ma’alob Péektsilo’, bejla’e’ Jesús ku káajsik u Ministerio, ku Payalchi’tko’on ka’a k’ex kuxtal. Ku ts’o’okole’ tu t’aanaj u yáax 4 apóstoles ka’a xíimbalnako’ob yeetel leti’, leti’obe Pedro, Andrés, Santiago yéetel Juan. Ma’a chen ku máano’ob u ts’eetok u T’aanil Yumtsil ti’ le kaajo’obo’, waa ma’a xan táan u ts’aakiik k’ooja’ano’ob.
Muy queridos hermanos y hermanas les saludo con afecto y les deseo todo bien en el Señor, en este tercer domingo del Tiempo Ordinario, en el cual celebramos el «Domingo de la Palabra de Dios», como nos lo pidió el Papa Francisco. Esta Jornada tiene la finalidad de fortalecer en todos los fieles la devoción y la lectura asidua de la Biblia.
En su mensaje para esta jornada, el Papa Francisco nos recuerda el pasaje de la Carta a los Hebreos que habla de la Palabra, diciendo: «La Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: ella penetra hasta dividir alma y espíritu, articulaciones y médulas, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón» (Hb. 4, 12). Con estas cualidades, la Palabra es capaz de convertir a todos los que se acerquen a ella con sinceridad y atención.
Por otra parte, estamos dentro de la semana mundial de oración por la unidad de los cristianos, que va del 18 al 25 de enero. Que haya paz y buena relación con todos los hermanos y hermanas que compartimos un solo Bautismo y la Palabra de Jesús. Todos los cristianos debemos orar para que lleguemos, con la gracia de Dios, a la total unidad de fe y vida sacramental. Sin embargo, desde ahora podemos convivir y trabajar juntos por causas comunes, como el cuidado y protección de la casa común, así como por obras de justicia y caridad para con los necesitados. Nuestra oración en esta Eucaristía es también por esta intención.
El santo evangelio de hoy, según san Mateo, nos presenta el inicio de la vida pública de Jesús cuando Juan el Bautista fue arrestado. Se trata de su misión pública, porque los treinta años que vivió en la privacidad de la vida familiar son también una gran enseñanza, una buena nueva sobre el sentido y el valor de la vida en familia.
Para este inicio, Jesús dejó su ciudad de Nazaret y se trasladó a Cafarnaúm, un pueblo de pescadores. San Mateo señala el cumplimiento de la profecía de Isaías, la misma que hoy aparece en la primera lectura y que dice: «Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció» (Is 8, 23 – 9, 1).
Recordemos que san Mateo continuamente afirma el cumplimiento de las profecías en Jesús, pues su evangelio lo escribió para cristianos venidos del judaísmo, que necesitaban la conexión con el Antiguo Testamento. También para nosotros es muy valioso descubrir este vínculo y reconocer cómo el Señor de la historia iba revelándose por medio de sus profetas.
Cristo vino a darle sentido y cumplimiento a las profecías, pero de alguna manera, todos los pueblos que fueron recibiendo poco a poco el Evangelio, encontraron fácilmente la continuidad con sus creencias y prácticas religiosas y, más que un rompimiento, en el cristianismo encontraron la plenitud de todo lo vivido anteriormente.
Jesús inicia su predicación con un llamado que continúa hasta el día de hoy, porque la Iglesia le ha dado continuidad por mandato suyo. El llamado para todos es este: «Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos» (Mt 4, 17). Además, hizo otro llamado hacia algunos cuantos para que lo siguieran a tiempo completo. Esos primeros cuatro apóstoles eran pescadores y fueron los hermanos Pedro y Andrés, Santiago y Juan, a quienes Jesús invitó para convertirse en ‘pescadores de hombres’. ¿En qué forma habrá cautivado Jesús a aquellos hombres, que de inmediato dejaron su familia y sus barcas para cambiar radicalmente de vida, poniéndola al servicio de la causa de Jesús?
Este segundo llamado para seguir a Jesús a tiempo completo, todavía suena hoy en los oídos de los jóvenes que experimentan la llamada para la vida sacerdotal, así como las jóvenes que lo experimentan para la vida consagrada, aunque no sepan explicar cómo lo sienten o porqué lo sienten. Así como los enamorados no saben explicar porque eligieron a esa persona a quien aman, porque el amor se justifica a sí mismo, del mismo modo los llamados por el Señor para seguirlo, también experimentan los sentimientos de los enamorados, y no hay manera para que justifiquen su decisión de seguir a Jesús.
Estamos pasando por una fuerte crisis de vocaciones, pues hay muy pocos seminaristas y pocas religiosas, pero a lo largo de la historia este fenómeno se ha repetido muchas veces, por lo que hemos de poner la confianza en el Señor, de que cuando menos lo esperemos, nuestros seminarios y conventos volverán a estar repletos. La obra de Dios nunca terminará.
Jesús anduvo enseñando de pueblo en pueblo, proclamando la Buena Nueva y curando a los enfermos. La Iglesia continúa asistiendo a los enfermos como lo hacía Jesús: los institutos sanitarios, de asistencia y beneficencia gestionados en el mundo por la Iglesia son en total 115,352. En estos centros hay 5,167 hospitales, la mayoría en África y América; 17,322 dispensarios, la mayor parte en África, América y Asia; 648 leproserías distribuidas principalmente en Asia y África; 15,699 casas para ancianos, enfermos crónicos y personas con discapacidad, en su mayoría en Europa y América. Todo esto sin contar todos los enfermos que se atienden en cada parroquia, en los dispensarios médicos; más todos los enfermos que están en casa y que reciben la visita de los ministros de la Iglesia para darles la comunión y proveerlos de la ayuda que necesitan.
Por otra parte, san Pablo, en su texto de la Primera Carta a los Corintios, les llama la atención porque se ha enterado de que están divididos entre ellos, haciendo partidos: unos dicen que son de Apolo, otros que son de Pedro y otros que son de Pablo. Todo esto es inadmisible, porque los creyentes somos sólo de Cristo, ya que en su nombre hemos sido bautizados; por lo que Pedro, Apolo y Pablo pertenecen también a Cristo.
Hemos de tener mucho cuidado, porque el demonio quiere sembrar división en todos los grupos de personas, comenzando por las familias, siguiendo hasta con los grupos de la Iglesia. La principal causa de división es el orgullo y el ansia de poder, que mueve a las personas a querer hacer prevalecer sus opiniones, buscando ponerse a la cabeza.
La obediencia y la humildad son fuente de unidad. Tú, como cristiano que eres, estás llamado a sembrar la unidad donde quiera que estés, tratando a todos por igual, con el respeto que se merecen; dando su lugar a la autoridad, y no sumándose a los chismes que a veces corren y causan tanto daño.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán